En una noche como la de San Juan de hace ya unos cuantos años, los cielos de nuestra isla se llenaban de humo y color naranja motivado por las múltiples hogueras que se realizaban. Hacer una hoguera era un ritual ya que desde muchos días antes los chiquillos “juntábamos” maderas, leña y todo aquello que hiciera llama. Muchas de las hogueras se hacían en los estanques de barro que rodeaban a nuestro pueblo.
En las fincas de plataneras como la situada en lo que ahora se llama Tamaraceite Sur se reunían las hojas secas de plataneras y antes de ser quemadas los chiquillos aprovechábamos para saltar desde lo alto de los muros o azoteas de los cuartos de aperos y caer sobre todas las hojas secas y “volar” durante unos instantes. Eso sí, sin que te viera Pepe Marrero el mayordomo de la finca porque te podías llevar un buen “toletazo“.
También se aprovechaba para quemar todo lo viejo que hubiese ya fueran muebles, libros, libretas y todo aquello que fuera inservible. Eso sí, siempre nos recalcaban los mayores que no “echáramos” ningún bote de laca, insecticida y demás.
Había muchos rituales y uno era saltar sobre la hoguera para quitar la mala suerte y tener un verano cargado de buenas vibraciones. Más de uno salió con los pantalones quemados al no calcular bien el salto.
Muchos se reúnen en torno a una hoguera por San Juan, los menos, porque los más se fueron a Las Canteras y otras playas de la isla a remojarse y a dejar la playa hecha un desastre aunque seis horas después las cuadrillas de limpieza la dejen limpisima, de nuevo.
Marisol Ayala